No tienes que vivir con ansiedad todos los días.
Sé lo que es sentirse así y sé cómo ayudarte a salir.
Lo que sientes tiene sentido y, ahora, vamos a ponerle solución.
Recupera tu calma. Recupera tu vida.
Esto no es vida, y lo sabes.
Despiertas ya cansada/o, con ese nudo en el pecho que no se va. Haces como que todo está bien, sonriendo en reuniones, en el trabajo, con amigos, en casa… pero por dentro es otra historia. Tu cabeza no para. Da igual si es lunes o domingo, de día o a las tres de la madrugada: ahí está, ese runrún constante que te roba la calma y te hace pensar que esto no va a cambiar nunca.
Pero déjame decirte algo: sí cambia. Y empieza el día que decides dejar de pelear sola/o.
Esto no va de “poner de tu parte” o de “pensar en positivo” o “salir a dar un paseo” Tu mente ha estado tanto tiempo en modo supervivencia que se ha olvidado de lo que es vivir en calma. No estás rota/o, estás exhausta/o, por eso crees que estás condenada/o vivir con ansiedad como si fuese un huésped permanente.
Por fortuna, eso no es así
Se puede vivir sin ansiedad, pero tienes que entender una verdad incómoda, la ansiedad no se supera evitándola; se desactiva enfrentándola con las herramientas correctas. Debes entender qué te pasa, por qué te pasa y, sobre todo, cómo salir de ahí. Sin fórmulas mágicas ni frases vacías. Con pasos reales, con alguien que te acompañe de verdad.
¿Sabes cuál es la primera señal de que puedes salir de esto? Que estás aquí, buscando respuestas. Y créeme, las hay.
Cuando quieras empezamos, pero esta vez en serio.
Puede que no hables de ello con nadie, pero lo llevas dentro cada día.
Y aunque nadie lo note… tú lo sientes como si pesara una tonelada.
¿Te suena?
- Te despiertas ya con el corazón acelerado, como si algo fuera mal… aunque no sepas el qué.
- No puedes parar de pensar. Ni trabajando. Ni en casa. Ni cuando intentas dormir.
- Sientes que nadie lo entiende del todo, porque “desde fuera” parece que estás bien.
- Tienes mil cosas pendientes, pero no consigues empezar por ninguna.
- Haces planes y luego te inventas excusas para no salir. Porque no puedes con todo.
- Tu cuerpo está en alerta constante: tensión, insomnio, taquicardias…
- Has probado “respirar hondo”, meditar, hacer ejercicio… pero el ruido sigue ahí.
- Empiezas a pensar que esto es lo que te ha tocado. Que ya no hay salida.
Lo que nadie ve, pero tú sientes cada día:
- Por fuera funcionas. Por dentro, sobrevives.
- Nadie lo nota, pero estás cansado de fingir que puedes con todo.
- Te sientes solo… incluso rodeado de gente.
- Hay días que el simple hecho de levantarte ya te agota.
- Tu cabeza no para ni un segundo, y eso te está rompiendo por dentro.
- Has dejado de disfrutar cosas que antes te hacían feliz.
- Te exiges tanto, que no te queda nada para ti.
- Y aunque lo tienes “todo”, algo dentro de ti no está bien.
- Lo has intentado todo… menos pedir ayuda de verdad.
No tienes por qué seguir así.
Esto no es debilidad. Es señal de que has aguantado demasiado.
Y sí, hay una forma de vivir con calma… sin fingir, sin huir, sin esconder lo que sientes.